jueves, 26 de junio de 2008

"Creer vivir en la nada, ya era costumbre en esos días. Constantes preguntas sin resolver, nada nuevo. Cuando al fin decidí deshacerme del dolor, me encontré con nuevas, pero extrañamente apetecibles, sensaciones. Mientras los telares mi piel sufrían y el fuego goteaba en el lavatorio, a mi frente la hostigaba un sudor frío. También a mis manos, que sólo apretaban mi brazo fuerte. Sentía al mundo girar sin pausa, porque había bajado de una calesita en la que estaba jugando, y terminé al borde de la descompostura. Decidí sentarme. Y eso sólo incrementó el temblor de mis piernas y mis sucias manos. Me quebré al llanto. No veía bien lo que hacía, las lágrimas lo impedían. Desnuda, me tire al suelo pensando que el frío apaciguaría mi temblor y el desesperante llanto. Despacio, me levante y lavé mis manos, mis brazos y mi cara. Ordené los estantes que habían sido abatidos por el tornado de mi desesperación, y camine a mi cama, ella que siempre me acurrucaba entre sus sábanas e impedía que la más mínima molestia se intrometiera. Dormí un rato, levanté con lágrimas secas en mi cara. Miré mi brazo lastimado y corrí otra vez al baño."

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