sábado, 21 de junio de 2008

1

Le mostré cada uno de los parientes extraños y le conté cada historia de controversias. Saludamos a mi mamá, quien se creyó completamente el verso de que Julián era mi novio actual, futuro abogado y amigos incondicionales. Pero como siempre agregó alguna de esas frases que me hacen recordar que ella es Susana, ya fuere: “¿Y cómo conseguiste que un chico tan guapo te de bola?”, o: “No lo arruines”.Él no era ni de una familia de plata ni de nombre, pero es la persona más educada que conocí en mi vida, sus gestos, sus maneras, parece como si fuese de la realeza y la familia lo notó al instante. Después nos encontramos con mi padre, por supuesto que Julián no sabe la retorcida historia. Se comportó muy bien pero fue una situación que no anhelo repetir. Cuando estaba por empezar a contarle sobre todas las cirugías de la tia abuela de mi hermana, vi a Leandro acercarse con Mariela: Vi a mi ex novio que me engañó, del brazo de la mujer con la que me engañaba, una ex cercana amiga. Leandro era esos tipos soberbios que se llevaban el mundo por delante. Esas personas que no tienen noción de lo que hay a su alrededor, a menos que puedan conseguir algo de ellos. Todo eso lo procesé el segundo en que lo vi. Me quedé helada y Julián se dio cuenta fácilmente. Leandro y Mariela se acercaron, ella no me miraba, pero Leandro lo hacía como si yo fuese quien lo había estado engañando durante cinco meses, tenía esa habilidad de hacerme sentir tan chica, tan nada. “¿No me presentas a tu pareja?”, me dijo sonriendo irónicamente. “Julián, Leandro, Leandro, Julián”, dije de mala gana y mirando hacia lo lejos. Dejé a Julián y corrí a Florencia a penas la vi entrar, no recuerdo bien que le dije pero seguramente la mitad de la fiesta lo recuerda muy bien. En síntesis, jamás habría pensado que mi hermana misma invitaría a la persona que me causó tanto daño, a esto ella argumentó que mamá quiso invitarlo, porque ignoraba la situación, pero a Florencia nunca la entiendo. Salí de la mano con Julián y tomamos un taxi, me acompañó a casa y se comportó como el príncipe que es: me acosté en la cama y me largué a llorar. Hacía mucho que no lloraba y me parece que la última vez que lloré enfrente de alguien más fue cuando me lastimé el dedo gordo de pie teniendo 12 años. Me tapé con la sábana y comencé a hablar: y él a escuchar. Me tenía la mano y con su brazo me arropó, mientras intentaba entender los enredos familiares, mis ideas y vueltas con Leandro y lo que significaba para mí verlo. Al rato, miré a mí alrededor y era de día, él no estaba. Eran las 12 del mediodía. Sí. Había dormido unas 13 horas seguidas. Fui a la cocina, sin comprender mucho y vi una nota donde me decía que había té hecho y que tenía que ir a almorzar con su familia.

No hay comentarios: