Ahora, mi pregunta es siempre la misma: ¿es el mismo sol el que vemos todos? ¿Lo vemos todos igual? Es tan subjetivo el sol, estoy segura que debe haber más de uno y que esto es otra de las miles de mentiras en las que vivimos. Porque, míralo bien, ¿no ves que no podes? Es que es tan grande y te encandila, por eso creo que puedo afirmar que quienes se cree aptos para describirlo, es porque están mirando otro sol. Claro, un sol para cada lugar, y en algunos casos, un sol para cada persona. Yo estoy segura, te digo, que el sol que intento mirar hoy, no es el mismo sol que miró alguna vez Dalí. O el que miro mi abuelo…o tu abuelo, o quien fuere. Nadie es tan fuerte como para aguantar miradas juiciosas de toda la humanidad, desde hace tanto tiempo, es decir desde que hay humanidad en sí. Si ni siquiera vos aguantas cuando te mira la gente entrar al colectivo y buscas rápido un lugar para sentarte…Imaginate que te miren todos por tanto tiempo…Es que no hay uno, hay más. Es evidente que nadie se soportaría semejante presión de la raza humana.
Y todos nosotros, como tontos, frunciendo las cejas.
sábado, 28 de junio de 2008
jueves, 26 de junio de 2008
Griselda
Voy a relatar la historia de Griselda, o como la llamaban en el barrio de Boedo, “La vieja loca”. (Agrego que no estoy de acuerdo con este apodo tan injusto y puesto al azar). La razón por la que escribo su historia, aparte de la inspiración que me crea esta peculiar señora, es para que todos en Boedo puedan entender la verdad sobre ella, sus zapatos y sus locas manías de leer los diarios ajenos. Griselda no nación en Boedo, como se puede creer, nació en Balvanera, en un geriátrico donde vivía su abuela, y el día que su madre fue a visitarla, fue el día en que le tocó a Griselda dar con el mundo exterior.
Supongamos que hubiese nacido en un hospital, cuando su madre decidía abandonarla por lo menos se hubiese quedado en un lugar más ameno y donde alguien podría haberla querido para adopción.
Pero en un geriátrico no, allí toda la gente es mayor y no quiere tener más hijos, la mayoría ya los tuvo en su juventud y pasar por eso de los pañales otra vez no era una experiencia tan grata.
Es así como Griselda se crió con las enfermeras de turno, sin una en especial, se complementaban para alimentarla, bañarla y cuidarla, pero nunca nadie paso más de 5 horas (eso duraban los turnos) con ella. Mientras crecía, ya pasaba desapercibida en el geriátrico, las jóvenes enfermeras ya no la encontraban tierna y se limitaban a saludarla en los pasillos. Griselda se pasaba el día hablando con las viejecitas seniles, que le contaban historias de la guerra, de la dictadura y cosas igual o más crueles.
Pero claro que no podía vivir toda su vida allí, por eso cuando cumplió 15 años se fue del geriátrico a buscar otro lugar donde vivir. Para esa altura su abuela ya había muerto y jamás se había enterado que Griselda era su nieta.
Ella emprendió su partida y se instaló en una pensión en la avenida La Plata, allí trabajaba de día para pagar su comida y estadía. Como no se había criado en un hogar convencional, no sabía del todo cómo tratar a la gente y muchas veces lo hacía de mala manera, o contestando maleducadamente: Maleducadamente no es término que corresponde, porque después de todo ella no tuvo educación, más bien la manera adecuada de llamarla sería sineducadamente.
De muchas pensiones la echaron hasta que terminó viviendo en una casa abandonada cerca de la Autopista 25 de Mayo. Como nadie le daba trabajo, robaba semillas, las plantaba en su precario jardín y comía el resultado. La ropa que llevaba era toda la que le había regalado las abuelas cuando partían, por esta razón era anticuada y por lo general negra. Con el jabón que también robaba, lavaba la ropa pero sólo una vez por mes, y si no había jabón ni siquiera se dignaba a enjuagarla. Tenía toallas viejas que usaba para bañarse ella misma, pero repito, si no había jabón, no había baño de ningún tipo. En su tiempo libre, es decir, la mayoría de su tiempo, se conformaba con peinar a los gatos que se metían en su casa por la puerta delantera, o por el techo de la casa de al lado.
Es fácil imaginarse los olores que transmitía esa casa, así también como es fácil imaginar la suciedad o el aspecto de alguien que no se baña, que no se lava los dientes ni el pelo, que come solamente verduras crudas y que vive en la misma miseria.
Entonces, es fácil también, entender porqué los vecinos no tienen cariño hacía Griselda. Sin trabajo y sin nada que hacer, Griselda se dedicaba a probarse zapatos en las zapaterías de la zona, todos los talles, colores y modelos, jamás compraba alguno, y esto siempre terminaba por molestar a las vendedoras que trataban de no taparse la nariz cuando Griselda entraba al local.
Vestida de negro, con pelo ondulado (no tenía rulos pero tampoco era el pelo lacio que se acostumbraba en Boedo), sus dientes sucios y su voz ronca, Griselda se ganó el odio de todo el barrio. Cuando salía a pasear, se murmuraba a su alrededor, la gente se apartaba, le gritaban y hasta una vez un chico le tiró desde una terraza un balde de agua fría para comprobar si era o no una bruja, en el caso de serlo, se derretiría: pero todo concluyó con una sonrisa de parte de Griselda quien hubiese agradecido el agua fresca si no fuera por el simple hecho de que jamás nadie le enseñó a decir gracias.
Cuando los quiosqueros se sentaban a leer el diario en la puerta del quiosco, esos días de verano donde nadie compra nada a la hora de la siesta, ella se paraba a un costadito e intentaba aprender alguna palabra de los encabezados que oscilaban entre mentiras políticas y asuntos policiales. Debo admitir que este método, aunque no gustaba mucho a los quiosqueros, le funcionaba muy bien a ella, porque así aprendió a escribir palabras como: Gobierno, Robo, Banco, Asesinato, Democracia y Corrupción. Griselda jamás había dicho te amo, jamás se había sentado en una mesa a comer educadamente con la familia y jamás había tratado el incansable tema del clima en una conversación.
Así que murió sola, murió de vieja, en su casa, acostada junto a su gatito favorito, Germén, a quien había nombrado tras una vez leer en el diario las condiciones de los hospitales públicos.
Supongamos que hubiese nacido en un hospital, cuando su madre decidía abandonarla por lo menos se hubiese quedado en un lugar más ameno y donde alguien podría haberla querido para adopción.
Pero en un geriátrico no, allí toda la gente es mayor y no quiere tener más hijos, la mayoría ya los tuvo en su juventud y pasar por eso de los pañales otra vez no era una experiencia tan grata.
Es así como Griselda se crió con las enfermeras de turno, sin una en especial, se complementaban para alimentarla, bañarla y cuidarla, pero nunca nadie paso más de 5 horas (eso duraban los turnos) con ella. Mientras crecía, ya pasaba desapercibida en el geriátrico, las jóvenes enfermeras ya no la encontraban tierna y se limitaban a saludarla en los pasillos. Griselda se pasaba el día hablando con las viejecitas seniles, que le contaban historias de la guerra, de la dictadura y cosas igual o más crueles.
Pero claro que no podía vivir toda su vida allí, por eso cuando cumplió 15 años se fue del geriátrico a buscar otro lugar donde vivir. Para esa altura su abuela ya había muerto y jamás se había enterado que Griselda era su nieta.
Ella emprendió su partida y se instaló en una pensión en la avenida La Plata, allí trabajaba de día para pagar su comida y estadía. Como no se había criado en un hogar convencional, no sabía del todo cómo tratar a la gente y muchas veces lo hacía de mala manera, o contestando maleducadamente: Maleducadamente no es término que corresponde, porque después de todo ella no tuvo educación, más bien la manera adecuada de llamarla sería sineducadamente.
De muchas pensiones la echaron hasta que terminó viviendo en una casa abandonada cerca de la Autopista 25 de Mayo. Como nadie le daba trabajo, robaba semillas, las plantaba en su precario jardín y comía el resultado. La ropa que llevaba era toda la que le había regalado las abuelas cuando partían, por esta razón era anticuada y por lo general negra. Con el jabón que también robaba, lavaba la ropa pero sólo una vez por mes, y si no había jabón ni siquiera se dignaba a enjuagarla. Tenía toallas viejas que usaba para bañarse ella misma, pero repito, si no había jabón, no había baño de ningún tipo. En su tiempo libre, es decir, la mayoría de su tiempo, se conformaba con peinar a los gatos que se metían en su casa por la puerta delantera, o por el techo de la casa de al lado.
Es fácil imaginarse los olores que transmitía esa casa, así también como es fácil imaginar la suciedad o el aspecto de alguien que no se baña, que no se lava los dientes ni el pelo, que come solamente verduras crudas y que vive en la misma miseria.
Entonces, es fácil también, entender porqué los vecinos no tienen cariño hacía Griselda. Sin trabajo y sin nada que hacer, Griselda se dedicaba a probarse zapatos en las zapaterías de la zona, todos los talles, colores y modelos, jamás compraba alguno, y esto siempre terminaba por molestar a las vendedoras que trataban de no taparse la nariz cuando Griselda entraba al local.
Vestida de negro, con pelo ondulado (no tenía rulos pero tampoco era el pelo lacio que se acostumbraba en Boedo), sus dientes sucios y su voz ronca, Griselda se ganó el odio de todo el barrio. Cuando salía a pasear, se murmuraba a su alrededor, la gente se apartaba, le gritaban y hasta una vez un chico le tiró desde una terraza un balde de agua fría para comprobar si era o no una bruja, en el caso de serlo, se derretiría: pero todo concluyó con una sonrisa de parte de Griselda quien hubiese agradecido el agua fresca si no fuera por el simple hecho de que jamás nadie le enseñó a decir gracias.
Cuando los quiosqueros se sentaban a leer el diario en la puerta del quiosco, esos días de verano donde nadie compra nada a la hora de la siesta, ella se paraba a un costadito e intentaba aprender alguna palabra de los encabezados que oscilaban entre mentiras políticas y asuntos policiales. Debo admitir que este método, aunque no gustaba mucho a los quiosqueros, le funcionaba muy bien a ella, porque así aprendió a escribir palabras como: Gobierno, Robo, Banco, Asesinato, Democracia y Corrupción. Griselda jamás había dicho te amo, jamás se había sentado en una mesa a comer educadamente con la familia y jamás había tratado el incansable tema del clima en una conversación.
Así que murió sola, murió de vieja, en su casa, acostada junto a su gatito favorito, Germén, a quien había nombrado tras una vez leer en el diario las condiciones de los hospitales públicos.
"Creer vivir en la nada, ya era costumbre en esos días. Constantes preguntas sin resolver, nada nuevo. Cuando al fin decidí deshacerme del dolor, me encontré con nuevas, pero extrañamente apetecibles, sensaciones. Mientras los telares mi piel sufrían y el fuego goteaba en el lavatorio, a mi frente la hostigaba un sudor frío. También a mis manos, que sólo apretaban mi brazo fuerte. Sentía al mundo girar sin pausa, porque había bajado de una calesita en la que estaba jugando, y terminé al borde de la descompostura. Decidí sentarme. Y eso sólo incrementó el temblor de mis piernas y mis sucias manos. Me quebré al llanto. No veía bien lo que hacía, las lágrimas lo impedían. Desnuda, me tire al suelo pensando que el frío apaciguaría mi temblor y el desesperante llanto. Despacio, me levante y lavé mis manos, mis brazos y mi cara. Ordené los estantes que habían sido abatidos por el tornado de mi desesperación, y camine a mi cama, ella que siempre me acurrucaba entre sus sábanas e impedía que la más mínima molestia se intrometiera. Dormí un rato, levanté con lágrimas secas en mi cara. Miré mi brazo lastimado y corrí otra vez al baño."
TÚ ME QUIERES BLANCA (Alfonsina Storni)
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,me quieres de nácar.
Que sea azucenasobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de lunafiltrado me haya.
Ni una margaritase diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todaslas copas a mano,
de frutos y mieleslos labios morados.
Tú que en el banquetecubierto de pámpanos
dejaste las carnesfestejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intactono sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta-
Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carneste sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el almaque por las alcobas
se quedó enredada,entonces,
buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
me quieres de espumas,me quieres de nácar.
Que sea azucenasobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de lunafiltrado me haya.
Ni una margaritase diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todaslas copas a mano,
de frutos y mieleslos labios morados.
Tú que en el banquetecubierto de pámpanos
dejaste las carnesfestejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intactono sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta-
Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carneste sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el almaque por las alcobas
se quedó enredada,entonces,
buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Yo quiero a eso que ya no está, eso que se desvaneció entre algún parpadeo. Esa persona que murió en un enfrentamiento fatal con él mismo. Es que quiero a ese ser que abatido por su propia Guerra Fría y que ahora quedó sellado en el recuerdo. Fue a combate en busca de la perfección que ya tenía, durmió bajos las palabras de grandes pensadores que no tenían otro final más que el mismo que tienen todos los que se vuelven conocedores de las verdades más ocultas. Así, finalmente tiró sus armas y la realidad lo apuñaló por la espalda: tan cruel como él pensaba. Se disolvió: ni rastros quedan de lo que alguna vez fue: vacías miradas de nada en un cuerpo que ya perdió la esencia que un día me hizo amarlo.Y extraño eso que no volverá, que no encontraré en ningún otro ojo, en ninguna otra vida, en ninguna otra sombra.
sábado, 21 de junio de 2008
1
Le mostré cada uno de los parientes extraños y le conté cada historia de controversias. Saludamos a mi mamá, quien se creyó completamente el verso de que Julián era mi novio actual, futuro abogado y amigos incondicionales. Pero como siempre agregó alguna de esas frases que me hacen recordar que ella es Susana, ya fuere: “¿Y cómo conseguiste que un chico tan guapo te de bola?”, o: “No lo arruines”.Él no era ni de una familia de plata ni de nombre, pero es la persona más educada que conocí en mi vida, sus gestos, sus maneras, parece como si fuese de la realeza y la familia lo notó al instante. Después nos encontramos con mi padre, por supuesto que Julián no sabe la retorcida historia. Se comportó muy bien pero fue una situación que no anhelo repetir. Cuando estaba por empezar a contarle sobre todas las cirugías de la tia abuela de mi hermana, vi a Leandro acercarse con Mariela: Vi a mi ex novio que me engañó, del brazo de la mujer con la que me engañaba, una ex cercana amiga. Leandro era esos tipos soberbios que se llevaban el mundo por delante. Esas personas que no tienen noción de lo que hay a su alrededor, a menos que puedan conseguir algo de ellos. Todo eso lo procesé el segundo en que lo vi. Me quedé helada y Julián se dio cuenta fácilmente. Leandro y Mariela se acercaron, ella no me miraba, pero Leandro lo hacía como si yo fuese quien lo había estado engañando durante cinco meses, tenía esa habilidad de hacerme sentir tan chica, tan nada. “¿No me presentas a tu pareja?”, me dijo sonriendo irónicamente. “Julián, Leandro, Leandro, Julián”, dije de mala gana y mirando hacia lo lejos. Dejé a Julián y corrí a Florencia a penas la vi entrar, no recuerdo bien que le dije pero seguramente la mitad de la fiesta lo recuerda muy bien. En síntesis, jamás habría pensado que mi hermana misma invitaría a la persona que me causó tanto daño, a esto ella argumentó que mamá quiso invitarlo, porque ignoraba la situación, pero a Florencia nunca la entiendo. Salí de la mano con Julián y tomamos un taxi, me acompañó a casa y se comportó como el príncipe que es: me acosté en la cama y me largué a llorar. Hacía mucho que no lloraba y me parece que la última vez que lloré enfrente de alguien más fue cuando me lastimé el dedo gordo de pie teniendo 12 años. Me tapé con la sábana y comencé a hablar: y él a escuchar. Me tenía la mano y con su brazo me arropó, mientras intentaba entender los enredos familiares, mis ideas y vueltas con Leandro y lo que significaba para mí verlo. Al rato, miré a mí alrededor y era de día, él no estaba. Eran las 12 del mediodía. Sí. Había dormido unas 13 horas seguidas. Fui a la cocina, sin comprender mucho y vi una nota donde me decía que había té hecho y que tenía que ir a almorzar con su familia.
"El surrealismo soy yo"

Salvador Dalí: Como pintor, Dalí no tuvo un único estilo o técnica; lo mejor de su producción se desarrolló dentro del surrealismo y sus cuadros, de un gran detalle y composiciones extravagantes y geniales, reflejan un mundo onírico particular.
En 1929 se sumergió en el surrealismo tras su colaboración con Luis Buñuel en Un perro andaluz (Un chien andalou).
Contribuyó a revitalizar este movimiento con sus novedosas invenciones, basadas en ideas freudianas.
En 1929 se sumergió en el surrealismo tras su colaboración con Luis Buñuel en Un perro andaluz (Un chien andalou).
Contribuyó a revitalizar este movimiento con sus novedosas invenciones, basadas en ideas freudianas.
Las doce de la noche

Muchacha (Ojos de papel)
Almendra. Luis Alberto Spinetta
Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas? Quédate hasta el alba. Muchacha pequeños pies, no corras más. Quédate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manoshasta que por la ventana suba el sol. Muchacha piel de rayón, no corras más. Tu tiempo es hoy. Y no hables más, muchachacorazón de tiza. Cuando todo duermate robare un color. Muchacha voz de gorrión, ¿adonde vas? Quédate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más. Quedate hasta el día. Duerme un poco y yo entretanto construiréun castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reírhasta llorar, hasta llorar. Y no hables más, muchachacorazón de tiza. Cuando todo duermate robare un color.
Almendra. Luis Alberto Spinetta
Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas? Quédate hasta el alba. Muchacha pequeños pies, no corras más. Quédate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manoshasta que por la ventana suba el sol. Muchacha piel de rayón, no corras más. Tu tiempo es hoy. Y no hables más, muchachacorazón de tiza. Cuando todo duermate robare un color. Muchacha voz de gorrión, ¿adonde vas? Quédate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más. Quedate hasta el día. Duerme un poco y yo entretanto construiréun castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reírhasta llorar, hasta llorar. Y no hables más, muchachacorazón de tiza. Cuando todo duermate robare un color.
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