miércoles, 9 de julio de 2008

Nuevamente la noche me encontraba despierta. Insomnio. Y “nuevamente” era mi segundo nombre. Las noches se presentaban llenas de todo: preguntas, dudas, fantasías, música, libros y desastrosas incógnitas. Entre tanto pensar siempre me venía tu nombre. Venía, de distintas maneras. A veces como canción. A veces como felicidad y otras inmerso en una tristeza absoluta. Pero esa noche pensé en escribirte. Escribir y finalmente hacértelo saber. Dejar que la pluma corra sin detención y vos puedas leerlo en forma de carta pseudo melancólica, pseudo necesidad invariable. Lo pensé y ya el corazón latió más fuerte, lo pensé y al segundo estaba blanca, temblando como cuando estás a mi lado. Lo más ilógico es pensar que temblaba como si de verdad estuvieses leyendo, eso que no escribí, y eso que tampoco habiendo escrito te mandaría. Porque titubear no significa que de verdad vayas a leerme. Un día, puede ser, que llegues a leer todo lo que he escrito sobre ti, desde lo más profundo de mi soledad. Desde que te amo y soy yo por hacerlo, desde que ya no te veo y lo único que puedo imaginar es escribirte.Hay tanto que he escrito, guardado en un cajón, se pregunta si algún día podrá ser leído, función vital de texto, pero yo, lo condeno, por vos y por mí, a una vida de soledad, tal cual la mía. Lo condeno y me condeno de ser leídos.

No hay comentarios: