sábado, 5 de abril de 2008

para él, para mí

Había una vez y una vez había un mundo donde las casualidades habían sido desterradas, y este mundo era tan grande que si una mosca volaba por las praderas de un país europeo, las personas viviendo en el desierto de algún otro país latinoamericano, jamás caían en cuenta de la minúscula mosca.Como cualquier mundo grande, tenía gente: de todos los tamaños, colores y formas. Las características variaban, por supuesto. Su pequeño tesoro eran sus mentes, aunque muchos ni lo sabían. Las mentes que residían en cada uno de ellos eran el poder personalizado y alcanzaban magnitudes jamás imaginables. Cada mente por si sola era un universo aparte, más grande que el mundo antes nombrado, pero lo más interesante radica en la conexión y fuerza de esas mentes unidas, claro: nunca unidas por casualidad. Es tan así que un ejemplo de este fenómeno es el encuentro de dos mentes en un mismo lugar, un mismo día y un mismo momento: único e irrepetible. En un día como cualquiera nacen dos personas que no saben nada de ellas mismas aún, y mucho menos de la otra naciendo en otro lugar de este enorme e inesperado planeta. Un día nacen: un día leen el mismo libro, un día escuchan la misma canción y un día lloran las mismas lágrimas por los mismos motivos y hablan las mismas palabras. Es casi aterrador pensar que en este mundo hay gente sintiendo lo mismo, pero los peculiares matices de cada una de ellas, son reconfortantes y los hacen individuos. Así, un día se conocen, por formas aparentemente azarosas, se unen, se funden en una mente y se reconocen en sus propias formas de ser. Un mismo día nacen, un mismo día se conocen y un mismo día se quieren. Son sus palabras las que llegan a hacer creer que no se están conociendo por primera vez, que en algún momento de esta o de otra vida se han visto, se han sentido y han sido uno. Este sentimiento tan fuerte e inexplicable es la razón de la necesidad de permanencia de sus almas, nuevamente juntas, que no quieren escaparse ni dejarse ir aunque la misma muerte los llame. Este autor confirma que el fenómeno de la unión de las almas es posible y de hecho, le ha pasado. Le ha pasado sentir y decir lo mismo. Le ha pasado querer abrazar a alguien tan fuertemente que se convierta en uno y uno sean. Y este autor ha querido hoy, y hace mucho tiempo ya, compartir un aura mágica con el ser que deba ser con quien se transporte a un mundo aparte, un mundo intangible que reside tácito en un universo paralelo de todo lo que no se puede poner en palabras, de cosas inimaginables y donde en ese lugar no se habla: se siente.